Padre, el título más grande

Domingo, 15 de junio del 2025 / Fuente: Cubadebate / Autor: Deny Extremera San Martín, Marcelino Vázquez Hernández, Abel Padrón Padilla, Enrique González Díaz (Enro)

Llegar a casa luego de una dura jornada, o comenzar una, y escuchar el vivo “¡papá!” en la voz cantarina de quien hace poco descubrió la palabra. Y con la palabra, el abrazo que nos identifica y sitúa, nos libera del peso del día concluido o nos da fuerzas para el que empieza.

El abrazo completa a esa personita. Expresa algo muy hondo, insondable, que aún no conoce por la palabra “amor”; busca asidero, refugio, calor y olores, el timbre de una voz y unas manos que le arropan y le llevan por el mundo, acompañándole, protegiéndole y explicándole, revelándole y guiándole.

La personita, su voz, sus brazos alrededor de nuestro cuello, sus manos halando nuestro pelo o recorriendo nuestra cara también nos completan.

Esa conexión parte desde el primer día, nace con el nacimiento, cuando esperamos sudando, estrujándonos las manos −entre el miedo y la ansiedad y el alborozo casi infantil− a que salga la “seño” y nos dé la noticia. Y luego, la presentación, el primer encuentro que nunca vamos a olvidar, porque nos cambia la vida.

Parte biológica, parte espiritual, es de las conexiones más profundas en la naturaleza y en la existencia humana. Historias que conocemos de cerca o sobre las que leemos, lo mismo cotidianas que de famosos que no estuvieron a la altura, no logran ponerla en entredicho.

Vivimos las malas noches, las madrugadas en vela, los días de vacunas y de hospital, los catarros, las fiebres, los sustos… El primer día del “cuido” y la lágrima que no logramos esconder, porque verles llorar mirando hacia nosotros y dejarles solos se siente como abandonarles y traicionar esa conexión.

Y con el paso del tiempo, vivimos las caídas y heridas, los días y los problemas en el círculo infantil; las tareas, las clases que no comprenden, la angustia en períodos de pruebas, las peleas en el barrio −apoyarles cuando son víctimas de una injusticia, pero tener el aplomo suficiente para hacerles saber cuándo son ellos injustos o se equivocan, porque indulgencias y juicios sesgados sí traicionan esa conexión y no enseñan sobre la vida−, las muchas preguntas, los desacuerdos, exabruptos y desplantes retadores que nos dejan perplejos y nos revelan que no siempre estamos preparados.

Nos preguntamos y buscamos entonces cómo responder. Comprendemos cada vez que esta es una carrera de toda la vida, que no bastan ni llegan a tiempo siempre consejos ni libros ni preconcepciones y sabiduría de generaciones, experiencia. Porque cada hijo es diferente y diferentes son las épocas, los años, las circunstancias, las personalidades, las influencias más allá de la puerta del hogar. Nunca cesan el aprendizaje y los desafíos.

Feliz día de los Padres. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Con ellos, viajamos entre edades.

Sin dejar de ser adultos, nos especializamos −y vemos junto con ellos, y hasta disfrutamos− los muñes de turno (y les proponemos y mostramos aquellos de nuestra infancia). Volvemos a ser niños.

Luego, las preguntas sobre novias o novios, los misterios (qué significa lo que se siente, cómo se siente, cuándo es real) y los asuntos más prácticos de la sexualidad; sobre el mundo y la sociedad en tiempos de tanta confusión, saturación y caos informativo.

De tirar pelotas o hacer como que tomamos café de la pequeña tacita de juguete, patear el balón de fútbol o empinar papalotes o las más humildes chiringas y jugar a los escondidos, bajar y tratar de asimilar las apps y los tantos juegos digitales, pasamos en su adolescencia a intentar comprender la jerga y los códigos etarios −aun defendiendo e inculcando el buen español y los valores permanentes−, lidiar con la música y las letras que no entendemos −aunque propongamos las que consideramos mejores−, vivir como nuestros los retos de un hijo que cambia, que tiene personalidad propia, dudas, temores y quiere ser autónomo y capaz en un mundo que cambia aceleradamente en los modos de comunicación, de consumo cultural, interacciones y concepciones sociales, formas de relaciones humanas.

Demasiado aceleradamente, pensamos y sentimos a veces en medio de los desvelos, con el peso que llevamos dentro mientras buscamos las respuestas adecuadas.

Es entonces mayor el reto: seguir siendo adultos, seguir siendo quienes somos, y, a la vez, dar el paso y colocarnos en el otro lado, su lado, para comprenderles, apoyarles y guiarles −ese difícil balance entre guiar y estar y dejar ser y ver ir, siempre amando− intentando conocerles mejor.

En algunos casos, seguimos hablando de “mis niños” cuando ya superan los 20 y hasta los 30, aunque son ya autónomos y −sin dejar de ser hijos− comienzan a ser padres y nos apoyan, nos escuchan mientras les escuchamos, dialogan con nosotros, nos explican lo que no comprendemos.

Ser padre, para los que hemos conocido el privilegio y la oportunidad de serlo a conciencia y gusto, aceptando los momentos duros porque nunca llegan a mover en la balanza el peso de ese todo que nos completa y nos ayuda a respirar, es una carrera de toda la vida. Hermosa, siempre nueva, única.

“De todos los títulos que he tenido el privilegio de tener, ‘papá’ siempre ha sido el mejor”, dijo alguna vez un gran deportista. Y, aun así, ser padre va mucho más allá de títulos deportivos o académicos, oficios, logros profesionales, genialidades o alguna habilidad incluso única entre todos los hombres del planeta.

Es un título que nos hace grandes. Nos hace niños y a la vez maestros, fuertes y sensibles. Nos hace héroes y contadores de cuentos, creadores al tiempo que obras en progreso, imperfectos pero siempre tratando de ser mejores. Nos hace amar sin condiciones.

Si lo sentimos, si nos entregamos a esa oportunidad y ese desafío que nos cambia la existencia, siempre será el título mayor y nunca dejará de completarnos, aún en los años otoñales, cuando lleguemos a casa −o lleguen a casa “mis niños” ya padres− y volvamos a sentir, en una voz que ha crecido, el vivo “¡papá!”, los besos, la mirada entrañable y tierna junto al abrazo que nos continúa situando en este mundo.

Feliz día de los Padres. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Feliz día de los Padres. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Feliz día de los Padres. Foto: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.

Día de los padres. Foto: Marcelino Vázquez Hernández/Cubadebate

Día de los padres. Foto: Marcelino Vázquez Hernández/Cubadebate

Día de los padres. Foto: Marcelino Vázquez Hernández/Cubadebate

Día de los padres. Foto: Marcelino Vázquez Hernández/Cubadebate

Día de los padres. Foto: Marcelino Vázquez Hernández/Cubadebate

Día de los padres. Foto: Marcelino Vázquez Hernández/Cubadebate

Feliz día de los Padres. Foto: Enrique González (Enro)/ Cubadebate.

Feliz día de los Padres. Foto: Enrique González (Enro)/ Cubadebate.

Feliz día de los Padres. Foto: Enrique González (Enro)/ Cubadebate.

Feliz día de los Padres. Foto: Enrique González (Enro)/ Cubadebate.

Feliz día de los Padres. Foto: Enrique 



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