Cada 23 de abril se celebra el Día Mundial del Idioma Español –una de las lenguas más habladas en el planeta, con más de 500 millones de hablantes– en homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra, autor de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Ese mismo día, en 1616, fallecieron otros dos genios de las letras: William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega, literatos cuyas obras se convirtieron en referentes. En su honor –y en el de todos los autores– también se celebra hoy el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor.
En Cuba, el Día del Idioma Español se celebró por primera vez el 23 de abril de 1944. Luego, en 1964, la celebración fue replicada por todos los países hispanohablantes de forma oficial.
La lengua es la forma más efectiva de comunicarnos. Son sus hablantes quienes la construyen, y esa regla no ha sido la excepción para el idioma español; tan diverso en su riqueza y con matices propios en cada región que lo ha adoptado.
A nivel mundial, es el cuarto idioma más hablado, solo por detrás del inglés, chino mandarín e hindi. Alrededor de 21 países lo han establecido como su lengua oficial y es uno de los seis idiomas oficiales de las Naciones Unidas. Desde la literatura, la música, el cine y el arte, este idioma ha enriquecido el patrimonio cultural de la humanidad.
En la lengua española no existe mayor orgullo que recibir el Premio Miguel de Cervantes, máximo galardón a aquellos que han ofrecido lo mejor de sus plumas al idioma del Quijote; condecoración que ha reconocido, en tres ocasiones, el aporte de las letras cubanas al torrente de literatura de los pueblos hispanos.
Para Dulce María Loynaz –una de las premiadas con ese reconocimiento, quien además fue presidenta honoraria de la Academia Cubana de la Lengua (organización que rige el buen uso del idioma en Cuba)– no existió honor más alto que haber visto su nombre unido al de un autor inmortal como lo fue Cervantes.
A Alejo Carpentier, ese creador de «lo real maravilloso», lo apasionó toda su vida un personaje, una novela, un monumento literario: «Para mí el Quijote, de todas las grandes obras maestras (…) es la obra cumbre».
El español actual dista mucho de ser aquel que utilizó Cervantes: se incorporaron nuevas palabras, otras cayeron en desuso, y hasta se dialoga con códigos que rompen las reglas de la gramática. Nuevamente, la lengua la construyen sus hablantes, pero las academias e instituciones educativas han de velar por ella.
Bajo ningún concepto se debería descuidar el idioma, su aprendizaje. Nadie está exento de utilizarlo con decoro. Se debe elevar la calidad de la enseñanza de nuestra lengua materna, por la importante función que cumple en todos los procesos de la cotidianidad. En esto desempeñan un papel crucial los maestros y medios de comunicación.
La lengua nos hace amar y ser mejores, nos invita a ser cultos, a desenvolvernos en los diferentes avatares de la vida, y mediante ella mostramos nuestra identidad. Impúlsese el buen uso del idioma, siempre recordando la premisa martiana de hablar «sin manchas».