¿Cómo se vincula en Granma –segunda provincia del país con mayor riesgo sísmico– la producción local de materiales de la construcción y la norma cubana para edificar inmuebles sismorresistentes?
El de la vivienda constituye hoy uno de los problemas más serios del país. Ante esta realidad –agravada en los últimos años por el significativo decrecimiento en la producción de acero, cemento y, en menor medida, de áridos– ha sido necesario reimpulsar el programa local de materiales de la construcción.
Basta con señalar que en 2010 existían en Cuba solo 55 talleres dedicados a esas labores y actualmente superan los 465; es decir, que más del 80 % de los materiales de la construcción que se compran para una vivienda son producidos en estos talleres.
Delilah Díaz Fernández, directora nacional de la Vivienda, explicó, además, que esa política en Cuba, aprobada en 2018, contiene un programa para la recuperación paulatina del déficit habitacional en diez años.
En tal sentido, destacó la relevancia de la estrategia de producción local de materiales de la construcción que desde los municipios se emprende y evalúa constantemente, con el propósito de suplir las necesidades en las obras y en pos de mayor autonomía en esta área.
Sin embargo, teniendo en cuenta la existencia de una norma cubana para edificar construcciones sismorresistentes, varias interrogantes rondan en torno al tema: ¿Es posible construir edificaciones que resistan un sismo empleando materiales locales? ¿Cumplen esas producciones con la normativa? ¿Qué riesgos implica su violación en la construcción de viviendas y otros inmuebles? ¿Construir sin acero y cemento, o dejar de hacerlo?
Nuestro diario busca las respuestas en varios especialistas y directivos vinculados al programa de la Vivienda en la oriental provincia de Granma, segundo territorio del país con mayor riesgo sísmico.
DE LA NECESIDAD DE CONsTRUIR, Y DE HACERLO BIEN
Los eventos sísmicos son procesos naturales que no se pueden predecir. Por su cercanía a la falla del sur de las aguas del mar Caribe, Granma, después de Santiago de Cuba, es la que mayor riesgo tiene en el país de enfrentar un evento de ese tipo, con una magnitud que puede implicar daños materiales, e incluso humanos, si no se respeta la normativa para construir.
Es por ello que para los especialistas del Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas en Cuba (Cenais), constituye una preocupación constante las violaciones que se cometen durante los procesos constructivos.
«Estamos conscientes de la necesidad de construir que tienen las personas, pero es preciso hacerlo de forma segura», dijo a este diario el doctor en Ciencias Enrique Diego Arango, jefe del servicio sismológico nacional del Cenais, quien añadió que ante el déficit acentuado de materiales como el cemento y el acero, se trabaja de conjunto con otras entidades como la Universidad de Oriente y Proyectos 15, de Santiago de Cuba, en la actualización de la norma vigente, y en proyectos que reducen el uso de estos materiales en la construcción, sin dejar de ser sismorresistentes.
En relación con el empleo de los materiales de producción local en la edificación de viviendas y otras construcciones, señaló que no se trata de no utilizar esos productos alternativos, «lo que exigimos es que se pruebe su calidad; hay que ensayarlos y modelarlos».
Por su parte, Eberto Hernández Zuro, especialista del Cenais en Granma, comentó que, de acuerdo con los estudios realizados en la provincia, los mayores problemas recaen en las violaciones que se cometen tanto en la producción de los materiales como en las técnicas constructivas empleadas.
«Los terremotos provocan movimientos horizontales, por lo que es imprescindible respetar los elementos estructurales de una edificación. Sin embargo, hoy es frecuente usar diferentes tipos de materiales en una misma construcción, y cada material tiene sus características y su comportamiento ante la onda sísmica.
«Otras violaciones bastante comunes son las relacionadas con el poco respeto a la simetría de las construcciones, la reducción de materiales en las estructuras, y el uso de fuerza no calificada, sobre todo en las viviendas que se construyen por esfuerzo propio», alertó Hernández Zuro.
«En realidad se viola muchísimo en ese programa, porque el propietario ve solo su economía y no piensa a largo plazo, o en el riesgo real al que se puede enfrentar ante un sismo», agregó Javier Roblejo Laborde, proyectista de la empresa provincial de Servicios Técnicos Arquitecto de la Comunidad en Granma, quien afirmó que para que una vivienda pueda resistir a ese evento, necesita cumplir con lo que está establecido en la norma de sismorresistencia, la cual contempla el uso de acero y cemento.
«Por ejemplo, zonas como Guisa, Pilón y Niquero son muy vulnerables ante un sismo, por lo que es muy complicado, en el contexto actual, realizar proyectos y edificar viviendas en esas localidades que cumplan con las normativas establecidas.
«En esencia, es difícil hacer valer la norma cubana y trabajar con los recursos que tenemos disponibles. Por tanto, solo nos queda emplear tecnologías locales eficientes en lugares específicos que sí se puedan aplicar, y no hacerlo en otros sitios donde no es recomendable.
«Hay buenos ejemplos con viviendas de madera, porque este material se comporta muy bien al sismo, pues es flexible y tiene absorción del movimiento. Lo que tiene que ser madera de calidad, con un tratamiento fitosanitario que garantice su perdurabilidad».
LA VIVIENDA EN GRANMA, DE REALIDADES Y RETOS
Al cierre del pasado mes de marzo Granma reportaba un total de 286 417 viviendas. De ellas, el 25 % está evaluado de regular estado técnico y el 14,4 % de mal.
Según explicó Yesser Izaguirre Ojeda, director de ese programa en la provincia, a raíz de una convocatoria del país para diseñar proyectos constructivos con mayor participación de recursos endógenos, se conformó un consejo técnico que tuvo en cuenta las normativas existentes para saber en qué territorio se podían utilizar esos recursos y en cuáles no.
«Es decir, que en la provincia podemos hacer variantes de viviendas con tipologías dos, tres y cuatro, pero teniendo en cuenta el lugar y el grado de sismicidad de cada territorio.
«Incluso tenemos propuestas de proyectos para la construcción, con la utilización de ladrillos cocidos y cubiertas ligeras, sin la necesidad de utilizar acero. Pero no se van a ejecutar en toda Granma, pues eso lleva estudios de suelo.
«Aunque hay que reconocer que en la provincia el tema calidad en la producción local de materiales es una tarea pendiente, con estos nuevos diseños de proyecto queremos demostrar que la tecnología bien fabricada no siempre es el principal problema, sino su mal uso en la construcción», destacó Izaguirre Ojeda.
Precisamente, respecto al tema de la calidad en los materiales endógenos, Adis Natacha Alarcón Suárez, jefa de la oficina de Inspección Estatal en Granma, comentó que aun cuando toda entidad que se dedique a la actividad de construcción, sea estatal u otra forma de gestión económica, tiene que regirse por lo legislado por el Ministerio de la Construcción, existen violaciones.
«Constantemente detectamos que muchos productores locales no ensayan los recursos que producen, y si se trata del bloque, debe tener la resistencia con presión que requiere, y los ladrillos igual», apuntó.
Desde la labor que realiza la Defensa Civil en el territorio, Ever Fonseca Linares, jefe de ese órgano en Granma, comentó sobre la necesidad de evitar que se sigan construyendo vulnerabilidades que se suman a un fondo habitacional ya deteriorado, lo cual incrementa la posibilidad de personas afectadas ante la ocurrencia de un sismo en la provincia.
«Si se diera ese evento, a la Defensa Civil le corresponde la protección de la población, pero asumiendo una vulnerabilidad estructural que ya hoy no se puede liquidar», acotó.
Lo cierto es que no se trata de dejar de construir con los recursos locales que hoy están disponibles, sino de incrementar la percepción de riesgo, velar de forma más rigurosa por la calidad de esas producciones y la ejecución de las edificaciones, hacer cumplir las regulaciones establecidas, y desterrar la indolencia, porque en definitiva se trata de la vida de la gente.
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