Hoy día cualquier persona a través de internet tiene acceso a la misma cantidad de información y con la misma calidad que la gran mayoría de los servicios meteorológicos. Eso es solo teniendo en cuenta la información ya procesada que muestran sitios oficiales, de entidades privadas o personales con o sin fines de lucro.
Lo anterior puede considerarse un gran paso de avance respecto a hace un par de décadas, cuando solo podían ser consultadas muy escasas fuentes a través de la incipiente internet y la mayor fuente de información la constituían los pocos minutos que se le dedicaba a la información meteorológica. En esos espacios con el tiempo (cronológico) se fue educando a la población, que por tradición en Cuba siempre ha tenido una buena cultura meteorológica.
Sin embargo, aunque actualmente podemos considerar que estamos en ventaja, más información requiere una mayor comprensión, a la vez que las redes sociales suponen un espacio donde se comparte y se comenta la información y también… se modifica. En muchos de los casos porque más allá de informar se busca llamar la atención y ganar seguidores, algo que hoy es sinónimo de legitimación de una fuente, aunque en la realidad no respalde la calidad ni la veracidad de la información.
Súmele a todo eso teorías conspirativas, que lamentable e increíblemente tienen cabida, a tal punto que con la actual temporada ciclónica han salido informaciones que sugieren que se modifica el tiempo con fines políticos.
Actualmente, la opinión personal (un término incorrecto, pero que me tomo la licencia de usar para recalcar que viene de una sola persona) de algún influencer con millones de seguidores, tenga o no conocimiento, se replica en muros y timelines a tal punto que se le da validez, incluso si se está hablando de algo fuera de su área de conocimiento. Lo mismo ocurre con figuras públicas a través de los medios de comunicación tradicionales.
En este artículo del Washington Post cuestionaba al Centro Nacional de Huracanes de Miami (NHC) por no mostrar al público la trayectoria ofrecida por un modelo de pronósticos. Ese modelo, desarrollado por una empresa privada, no puede por un acuerdo entre esa institución y sus creadores ser mostrado al público ni diseminado [públicamente], sin embargo, es mencionado en sus análisis, por su habilidad demostrada en los pronósticos de trayectorias de ciclones tropicales.
Pero, ¿realmente ayuda esto a un mejor entendimiento de la población de una situación meteorológica en concreto? ¿Están las personas “más protegidas” por tener más acceso a la información que usan los expertos para generar la información pública?
En la meteorología, como en otras ciencias, los especialistas además de prepararse en el estudio mismo de su campo e investigaciones que contribuyan a un mayor entendimiento de los procesos que la rigen, también analizan toda la información y la hacen pública de una manera que pueda ser aprovechada y utilizada. Ese último paso es tan importante como los anteriores, de nada sirven inversiones en infraestructura y personal, si el producto no llega a los usuarios y estos lo entienden.
El uso de cualquier representación gráfica implica un riesgo intrínseco de que no sea interpretada correctamente, imagine si a veces ocurre con las palabras, más aún con las imágenes. Puede usarse información especializada y mostrársela de manera directa al público, por cualquier medio, con la debida explicación que apoye a su correcta interpretación. Dígase no solo gráficos, sino a veces simples cifras, aplicando la máxima de que “una imagen vale más que mil palabras”, eso sí, cuando la imagen es interpretada correctamente.
Las personas aprendieron a reconocer con el paso del tiempo los sistemas meteorológicos presentes en un mapa del tiempo, luego en las imágenes de satélite y en casos específicos otras informaciones.
Los modelos de pronósticos de cualquier tipo, como ya hemos visto en entregas anteriores, no son más que simulaciones, que por su precisión pueden acercarse más o menos a lo que ocurre en la realidad, pero no son infalibles y no se deben tomar sus resultados al pie de la letra. Corresponde a los especialistas analizar toda la información disponible y comunicarla de manera pertinente a los usuarios. Actualmente ese último paso se puede saltar, porque usted puede ver esa información de manera directa.
Imagine que visita al médico y este mediante una radiografía le diagnostica un padecimiento, que le explica detalladamente usando “la placa”. ¿Ya de esa manera es usted capaz de hacer el mismo tipo de diagnóstico? ¿Puede usted analizar por sí solo otra radiografía propia o ajena e interpretarla correctamente? No, y eso puede implicar consecuencias en este caso para su salud, siguiendo esa lógica entonces imagine si por seguir al pie de la letra alguna información encontrada en las redes, que puede ser verídica, no toma medidas ante un evento meteorológico peligroso.
Otro punto importante en esta nueva era es la “cara” de la información, cuando antes la “validaba” la persona que la explicaba en un espacio; en la actualidad la visualidad de la información juega un papel muy importante en su credibilidad.
Aplicaciones de información meteorológica en los móviles y sitios web muestran de formas muy novedosas las condiciones actuales y futuras del tiempo, explotando al máximo las posibilidades tecnológicas actuales, eso sí, sin aclararle al usuario ni la fuente ni los métodos. De esta manera sin comunicarle al usuario cómo ni de dónde lo obtuvo son capaces de decirle en el punto exacto donde está parado qué va a ocurrir quizás hasta en los próximos 15 días.
La ciencia y la comunicación científica se basan en la divulgación de la verdad, una verdad respaldada y con un nivel de certeza determinado, que también debe ser divulgado, aunque no compita en inmediatez o visualidad.
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