Santiago de Cuba.–Como aquel viejo refrán «del dicho al hecho hay mucho trecho», parece estar echada la suerte del tratamiento magnético en la producción de alimentos pues, si bien en el sistema de la agricultura cubana se reconocen sus bondades, pocas son las estructuras que, en la práctica, han apostado por la probada, tecnología.
Muy seguido por expertos de naciones desarrolladas, en el tema han centrado sus estudios investigadores del Centro Nacional de Electromagnetismo Aplicado (Cenea), adscripto a la Universidad de Oriente y radicado en esta ciudad, que desde 2000 no ha descansado por su generalización en el país.
En opinión de la doctora en Ciencias Elizabeth Isaac Alemán, directora de Ciencia e Innovación Tecnológica de la institución, al elevar los rendimientos productivos, mejorar la eficiencia y alargar la vida útil de los sistemas de riego agrícola, y propiciar el ahorro de portadores energéticos, su práctica parece diseñada para los retos actuales en la producción de alimentos.
Para mayor claridad, refiere «que el tratamiento magnético incrementa la producción de posturas vegetales entre un 5 % y un 10 %, el rendimiento productivo de hortalizas, granos, viandas, plantas medicinales y forestales entre un 15 % y un 20 % por ciclos, un 25 % de la productividad de tomate para casas de cultivo protegido, y un 7 % de la calidad de frutos de pepino y tomate para la exportación.
«Además –agrega–, disminuye en un 5 % la cantidad de los frutos fuera de norma de tomate y pepino para la exportación, reduce el ciclo de cosecha, eleva el ahorro de agua por concepto de riego, estimula la producción de bioplaguicidas, redunda en una mayor resistencia de las plantas frente a plagas y enfermedades, y disminuye los gastos de mantenimiento asociados».
ALTERNATIVA NADA DESPRECIABLE
Carente del paquete tecnológico ideal, a la agricultura cubana ningún proceso de ciencia e innovación tecnológica puede serle ajeno. Es por eso que, al abordarse ante la dirección del país en la última visita gubernamental a la provincia santiaguera, emanaran indicaciones para la aplicación del tratamiento magnético.
«Se trata de la implementación de un programa nacional, explica la directora de Transferencia de Resultados del Cenea, máster en Ciencias Rebeca Conde García. Fieles a su responsabilidad, nuestros especialistas recorrieron varias provincias, convocaron a directivos y productores, e hicimos ofertas, pero aún seguimos esperando respuestas».
A modo de ejemplos, citó gestiones en la Empresa Agropecuaria Laguna Blanca (donde llegaron a instalar magnetizadores en los cabezales de una máquina de riego), las intenciones sobre un programa de desarrollo local en el anillo urbano de Santiago de Cuba, y la propuesta en la Feria Expo-Caribe de un convenio con la Empresa de Proyectos de la Agricultura, aún sin concretar.
Se propuso el encadenamiento con la industria de sistemas de riego, para la inserción del magnetizador en el proceso fabril de las producciones que suministran a las estructuras productivas, pero la propuesta aún sigue en fase de negociación, mientras que en Santiago de Cuba no ha sido posible llegar a todos los municipios.
Particularmente, Granma visitó aquí la Granja Urbana Santiago, donde su directora, ingeniera Ampara Cordero Carceller, aseguró que por los resultados obtenidos en la casa de posturas y en el organopónico, en berenjena, remolacha, acelga, lechuga, tomate y otras hortalizas, valió la pena la inversión ascendente a 5 042 pesos, hace más de tres años.
Otro tanto manifestó la administradora de la unidad de cultivos Campo Antena, ingeniera Kirenia Sánchez Morell, quien, por la positiva experiencia, espera reinstalar en breve los dispositivos en sus 18 casas protegidas; mientras que en Segundo Frente la presidenta de la unidad básica de producción cooperativa Las Calabazas, María Esther Padilla Rodríguez, defiende en su vivero el agua magnetizada.
Visto así, se impuso conocer, ante el delegado del Ministerio de la Agricultura en la provincia, las causas que han impedido generalizar el empleo del tratamiento magnético en el territorio, y la factibilidad de apelar a los programas de desarrollo local mediante los planes de soberanía alimentaria y educación nutricional rectorados por el Gobierno.
«Para este tipo de acción –planteó Wilmer Guevara Frómeta–, la Agricultura no dispone de presupuesto, pero demostrado su efecto en las estructuras productivas de base, resulta más conveniente concretarlo como programa de desarrollo local, donde el comité de contratación municipal puede darle mayor respaldo en los planes de soberanía alimentaria y educación nutricional a ese nivel». Nada ocioso sería establecer esa unidad, pues, así como contribuirá a abaratar los costos en la producción de alimentos, el tratamiento magnético también debe incidir en la disminución de los precios, exigida por la población.